abril 08, 2010

Aprendiendo

Creo que todo mundo me concederá que existen algunos episodios de vida que, por decirlo de la forma más bonita, es suficiente vivirlos una vez. En los últimos dos años he vivido muchos episodios de este tipo. Creo que ahora he aprendido algo muy valioso: en cualquier momento se puede presentar uno de estos episodios, eso es un hecho; sin embargo, existen ciertos signos que nos hacen darnos cuenta de que uno de ellos se aproxima.

Si estás en el cuarto de un tipo que te dice cosas como: "¿Te late piñata para nombre de un dealer? Esque quiero ponerle así a uno, pero la neta no sé si esté chido" y "Pues claro, cuando sube la gasolina todo sube porque pues todo se mueve en coche, los boing, el chupe y así", al lado de ti está un tipo acostado, en posición fetal, pidiéndote que no le hables en español, que le hables en papagayo y al otro lado está un tipo con una guitarra, de cabello largo, ojos delineados y arete en la oreja, como una mezcla entre Alex Lora y David Bowie; cuando estás rodeado de estos tipos, decía, sabes que una situación-suficiente-con-vivirla-una-vez se aproxima.

"Cámara, ya me voy", dices, "Acompáñame por un taxi, Alex Bowie" (nombre cambiado en mor del anonimato de mi compa). Sales. En el primer poste de luz que tus ojos perciben encuentras un letrero pegado, "Cámara de vigilancia las 24 horas. No se te ocurra hacer nada malo cabrón, te estamos viendo, siempre, como Dios, como el Gran Hermano", se lee en él. Caminas hacia la esquina; ahí está una patrulla, Alex y tú (yo) caminan (¿caminamos? Ya me hice bolas, chale) por enfrente de ella, la patrulla se jala a dar la vuelta. Esperas, sentado en la banqueta, que un piadoso y de-buen-corazón taxista se acerque y te lleve a casa, sin cobrarte de más; esperas que en el camino te cuente un poco de cómo ve la vida, de qué cambia en el ser humano al vivir siempre de noche, siendo quien acarrea personas, quien une historias, quien puede jugar a ser espectador. Nada, ni madres, no hay ni un taxi-vocho-pirata al cual subirse. Pasan 15 minutos, regresa la patrulla. Se estaciona antes de llegar al tope que tienes a la izquierda, como a dos metros. El policía enciende la madre esa que traen las patrullas, un foco bien potente que alumbra mucho; un intenso dolor recorre velozmente toda tu cabeza, quemando cualquier pensamiento que tuvieras en ese momento, lo último que recuerdas es cómo se iluminó el perfil de la patrulla un instante antes de que la luz fuera lo suficientemente potente como para no dejarte ver. Sacudes la cabeza, empiezas a distinguir la calle, la banqueta, la patrulla. Apenas te recuperas de la lampareada, escuchas un chirrido metálico, como el que produciría la puerta del camper de la camioneta que ha estado enfrente de ti desde que llegaste, pero de la cual hasta ahora has cobrado conciencia, cuando alguien la abriera. La puerta de la patrulla se abre, el policía (imposible describirlo; policía) se baja de ella y camina hacia la camioneta, con un arma en las manos. El policía se recarga de la pared, pone cara de policía-que-sabe-lo-que-hace y se agazapa, intentando vislumbrar al causante del ruido. 

"Creo que lo mejor será quedarme a dormir aquí y ya mañana regresar a casa", piensas. Regresan.

2 comentarios:

Mandarina dijo...

..no mms..
..ya lo habia escrito q pedo con tu blog? ahahahah

..bueno..solo decia q estuvo chido
..y que tus letras siempre me hacen sentir algo..a veces hasta un poco peda..como q trasmites

..eddie (otra vez para q te cagues)

..saludos

Anónimo dijo...

Me gusta... even your indifference