julio 17, 2009

Garrik

Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—
el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el mas gracioso de la tierra
y el más feliz...»
Y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

»Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».

—Viajad y os distraeréis.
— ¡Tanto he viajado!
—Las lecturas buscad.
—¡Tanto he leído!
—Que os ame una mujer.
—¡Si soy amado!
—¡Un título adquirid!
—¡Noble he nacido!

—¿Pobre seréis quizá?
—Tengo riquezas
—¿De lisonjas gustáis?
—¡Tantas escucho!
—¿Que tenéis de familia?
—Mis tristezas
—¿Vais a los cementerios?
—Mucho... mucho...

—¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?
—Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

—Me deja —agrega el médico— perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.

—¿A Garrik?
—Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.

—¿Y a mí, me hará reír?
—¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?
—Así —dijo el enfermo— no me curo;
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza


Siempre tengo una mueca que simula ser una sonrisa, te hace sentir mejor, lo sé; de noche me come la angustia, es demasiado pesado ser Garrik. Me gusta hacerte sentir bien, aunque sea a un precio alto.

julio 01, 2009

El viaje

Veía la flama doble, pues hacía bizco debido a que el encendedor estaba muy cerca de su rostro. Inhaló con toda su fuerza, sintió su garganta caliente, casi incendiada por querer ser un dragón invertido. La punta de la flama que alcanzaba a rozar su garganta llevaba consigo un acompañante, -había pasado por él a su cueva de metal pintada de azul- el humo verde.

Cuando llegó el humo a su sangre ya no pudo resistir más. Se fue volando a un lado de él, por el mundo que es casi idéntico al nuestro, sólo que un poco borroso, rodeado de niebla espesa. En dicho mundo sus dudas lo acosaron más de la cuenta; sus inseguridades, pasiones, deseos, miedos y gozos danzaban rodeándolo, asfixiándolo.

Ya no podía más, el no-estar-seguro empezó a invadir todo lo estar-seguro, el miedo se comió a la valentía, y, no conforme, también a la ilusión. Las pasiones resistieron un poco más la batalla, pero al final murieron al ver a la cotidianidad, la más agerrida y temible de las guerreras.

Su pequeño ejército fue asesinado por el de aquél mundo. Cuando regresó a nuestro lado de la realidad venía escurriendo en sangre, pues sus guerreros, a quienes llevaba cargando bajo sus hombros, habian derramado toda su vitalidad líquida en él. Ahora vive desprotejido, sin ejército que lo cuide.

(Esperando que lo leas, aunque casi convencido de que no lo harás).