marzo 25, 2010

El sueño


Todo ocurre en la playa. La arena es blanquísima, como polvo de Luna, con cráteres de conchas y caparazones. El Océano, enloquecido sobremanera por su amante nocturna, se contrae y retuerce convulsivamente, se parte el cráneo contra las enormes piedras negras de la orilla, se queja estruendosamente para volverse, retomar fuerzas y arrojarse de nuevo. La Luna, de semblante que mostraría, de no ser por el excelente Sol maquillista, el ligero trazo de preocupación que se dibuja en su alma al ver el constante suicidio de su amante inmortal, disfruta saberse poderosa, brilla en todo su esplendor y pareciera querer apoderarse del trono para siempre.

¡Oh, Luna! A tu nombre, cubiertos por tu manto y bajo tu influjo hemos realizado las más hermosas hazañas. Hemos aullado las penas hasta desfallecer, mojando con nuestras lágrimas tu reflejo, alimentándolo; hemos provocado a la Mantis, intentando inundarla de placer para poder escapar de su beso mortal; hemos robado un poco de la Planta Divina, fertilizada con sangre de culpables e inocentes, buscando estar contigo, en tí; hemos incitado a encenderse a la brasa, con el mismo furor con el que Hendrix hacía crecer el fuego que consumía a su amante, aquélla que gemía con ritmo celestial al estar en contacto con la siniestra mano de su amo.

A tí, Luna, te debemos todo. La forma en la que tocas a Sofía, cómo endureces su pezón, cómo erizas su piel. La hermosa melodía que le haces cantar, enloquecida, húmeda. Sofía nos alimenta con su placer, llueve maná.

Gracias Luna, hermosa como ninguna, amante excelsa, verduga inhumana. Te veneramos, nosotros tus hijos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustó mucho,mmmm supongo, besos