septiembre 17, 2009

Red Bull

El Red Bull no me gusta. Sabe bien, pero los efectos que provoca en mi cuerpo no están chidos.

Pero bueno, entrando en materia, hoy fui a la escuela, a la FFyL a tomar clase de Filosofía Política, de Historia de la Filosofía y de Metalógica. La próxima clase de Filosofía Política versará sobre John Locke, ya quiero que veamos a Jack, a Kate y a Sayid.

"Dios es aquello de lo cual nada más grande puede ser pensado", eso dice San Anselmo (persigno). La definición es infranqueable; necesariamente debe exisitir aquello de lo cual nada más grande puede ser pensado, luego, necesariamente, existe Dios.

Fe de erratas: El nombre correcto (¿correcto? ¿tiene un nombre que sea incorrecto?) del filósofo es Picco de la Mirandolla, el del post de abajo.

Estuve escuchando el Californication de los RHCP, recordé aquel tiempo de la primaria, iba en quinto, creo, en el que "otherside" estaba de moda. También recordé a la primer mujer (niña) de la que puedo predicar que me gustaba, se llamaba (espero que se siga llamando) Luz Alejandra (omitiré sus apellidos, no sé exactamente porqué). Las únicas dos cosas de las que platiqué con ella fueron Robin Hood (in da hood, broda gangsta), el primer libro que me regaló Rodrigo, mi hermano y que, a pesar de ser pequeño y tener muchos dibujitos (el libro), nunca terminé de leer, y de la rola de los RHCP, que creo que no le gustaba a ella, le gustaba a su hermano, que es mayor. Pero bueno, los recuerdos que tengo de mi primaria son muy vagos (les gusta pasear), tal vez platicamos de más cosas, pero no lo recuerdo. Luz no era (espero que ahora si) guapa (también espero que, si es que alguna vez ella lee esto, no se enoje), pero tenía ese algo que llama la atención, por lo menos eso me parecía cuando iba en la primaria.

Hace algún tiempo el Californication también estuvo ligado a otro acontecimiento. Conocí a una mujer muy chida, con la que podía platicar muy a gusto, guapa, inteligente e impredecible (si, impredecible, la bella arma de dos filos). A ella también le gustaba el disco, lo escuchamos un par de veces, creo.

Ahora, cuando escucho el disco rojo ese, puedo percibir el olor a monja-viejita-en-pleno-proceso-de-putrefacción que llenaba los salones de clase de mi primaria (a veces también olía a sudor-de-niño-puberto, pero nomás cuando nos tocaba educación física y algún niño puberto no se echaba desodorante (no lo culpo, ¿quién podría saber que en quinto de primaria ya empezaría a oler feo el sudor?)). Y, acompañando a ese olor, tamibién percibo la sensación de tener saliva que no es mía en la boca, seguida del olor ese extraño que se queda en la comisura de los labios cuando la saliva extraña se seca (no mucha, claro está).

El "Colegio" al que fui desde el kinder (cuando nomás había primero y segundo, creo que al segundo también se le llamaba "pre-primaria". Ahora, apenas la futura mamá se entera que está embarazada, se mete a una escuela para que empiecen a maleducar al hijo nonato) hasta la secundaria, el famoso (en mi pueblo, Tulancingo) "Colegio Pedro de Gante" era un colegio religioso, lo que sea que quiera significar eso. En la escuela esa, sede del Opus Dei, todos los días se nos obligaba a rezar, en la mañana para agradecer el inicio de un nuevo día (supongo); en la tarde, al final de la última clase, para agradecer que las infinitamente tortuosas horas de clase habían terminado (estoy seguro).

La verdad es que en la primaria me la pasaba a gusto. Era el niño que siempre sacaba 10 y que tenía buenos modales, que nunca cuestionaba nada y que observaba una conducta impecable. Fue así hasta que descubrí que algo olía mal (no precisamente las monjas ni los compañeros) y empecé a cuestionar la forma de proceder de la institución. En ese momento todo se volteó patasarriba: la directora (la madre Esther, Esther-il, para los cuates) ya no me veía con ojos de alegría, su semblante iba cambiando hasta convertirse en el de alguien que es decepcionado por un chamaco como de 8 años; la maestra (no miss ni profa, esas palabras todavía no se inventaban) desgarraba mi uniforme (pantalón y zapatos negros, camisa blanca y sueter y chaleco color vino) con sus ojos de láser, dejándome desnudo para que los demás niños se burlaran de mí y descalificaran mis comentarios. Lo más difícil del proceso fue, definitivamente, cargar con el peso que mi fama de niño bueno me había creado. Un tipo que alguna vez conocí y que estudiaba psicología me contó que uno de sus profesores decía: "agradezco que existan escuelas religiosas, son las que me dan pacientes", cuánta razón tiene.

"...Lola entonces, con la respiración contenida por una gran pared de abstinencia, exhala todo su ser, en un orgasmo. Y moja mis huesos, mis muebles, mi perro viejo atónito, mis poemas..." José Cruz. Real de Catorce.

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